RESISTIR

Resistir en este planeta
con ustedes..."aunque me canse"

miércoles, 6 de marzo de 2013

LOS LAIKAS. Canto a la Poesía.



 Buenos Aires: Laika Records,2012.

                                       Emil García Cabot
                               Asociación Americana de Poesía.

Cuando a la poesía se le anexa la música, es dos veces poesía.
A la poesía la configuran las palabras, y las palabras son sonidos, de mayor o menor musicalidad en sí mismas.
De modo que si la música es el arte de combinar los sonidos, la poesía es el arte de combinar las palabras. Y de los subyacentes ritmos y armonías que resulten de ese acoplamiento, el compositor extrae su inspiración para la música.
Canto a la poesía (un álbum de dos CD) reúne un bellísimo y variado conjunto de poemas musicalizados por Carlos Flores e interpretados por su grupo vocal e instrumental denominado Los Laikas. Y doble es el logro artístico si tenemos en cuenta que el autor dice los poemas además de cantarlos. Su voz, deslizándose cálida sobre los versos, encuentra siempre el apropiado acento para los vocablos de cada canción.
En La balada del Príncipe, que abre el recital del Disco 1, la melodía y el ritmo ideados por Carlos Flores contribuyen a destacar el carácter reflexivo de la letra, siendo otros, por cierto, el tono y la modulación con que interpreta la composición siguiente: Quiere a tus sueños, donde la melodía fluye dulce y liviana, placidez que, con el apoyo de la quena, se acentúa en la tercera ejecución, Maestro de estrellas. Las tres composiciones, corresponden: la primera, a una adaptación de la novela El regreso del Joven  Príncipe de Alejandro Guillermo Roemmers, por el poeta salteño José Gallardo y las dos siguientes al autor de la renombrada novela.
Marina Fagundes Coello es la poeta de Si tú te vas. Un dejo de tristeza recorre esta canción que habla de una posible separación de enamorados. E igualmente, los sencillos versos de la misma autora, Más allá, refieren una pena amorosa que el cantante y los músicos despliegan con sensible musicalidad.
Adiós y promesa de reencuentro, de Josefina Leyva, inspiró a Flores esta canción que pone en el ambiente un aire de deseada pero frágil primavera. Y en Recuerdo en la niebla, es a través de la reminiscencia que la autora procura la recuperación del amor con nostálgicas imágenes exaltadas por la música.
Altamente conmovedores son los versos de Gabriela y la infancia, de Nuri Escorza, cantados con un ritmo que propicia el recuerdo de la gran Gabriela Mistral y la situación que describen, lamentablemente aún vigente entre los niños de nuestra América.
De Juana Alcira Arancibia, A mis árboles muertos, el aire de ronda bucólica de la composición destaca la íntima y evocadora nostalgia de los sencillos y emotivos versos de la autora.
Fiesta, sobre el poema homónimo de Ester de Izaguirre, pese a aludir desde su título a un supuesto momento de alegría y regocijo, descorre el telón de la honda tristeza subyacente en el alma de una de las participantes del evento, tristeza apenas mitigada por el cálido atavío con que la reviste la canción.
Graciela Bucci está presente con En el reverso de la vida, ese imprescindible espacio que debe darse el alma y la existencia humana con el nacer de una esperanza que haga posible la continuidad de la vida sin exigir el olvido de lo vivido.
Mabel Fontau, con su Atardecer, nos brinda, en una cadenciosa y acertadísima musicalización de Carlos Flores que contribuye a acentuar el marchar de la vida, la certidumbre de que a la felicidad debe hallársela en cada uno de los momentos de la existencia, ya que éstos transcurren “entre estaciones de sueños”.
Madre de soledades, de Olga Ferrari, es un clamor que, con sus fuertes imágenes, desnuda la horrible condición social de los sin techo que, ovillados “con harapos enmugrecidos”, “congelan la sangre” del peatón que los tiene a la vista.
Melodía del silencio nos trae, en su fluido discurrir, la persistente melodía del viento y de los ríos sureños. Los versos de Cecilia Glanzmann desbordan emotividad al describir el aspecto telúrico y descarnado del paisaje patagónico, que con la música percute mágicamente en nuestros oídos aun después de haber pasado por ellos.
Canción de amor por excelencia, Muchacha incomprendida relata un amor de juventud que parece resurgido tras el reencuentro de los amantes. La música es aquí portadora de los apasionados versos de Sebastián Jorgi.


 
Con un mayor despliegue instrumental –en el que resalta la percusión–, ritmo y melodía bordean el carácter grave de una marcha fúnebre en Japón (“Japón tapizada de muerte”, reza uno de los versos de Marta Cristina Salvador), que cierra, en un tono trágico contrastante con el resto del programa, el contenido de este álbum de canto a la poesía.
De seducción y enamoramiento hablan los versos de Eres la llama lenta, de Estrella Arroyo de Guedes, con que se inicia el Disco 2. Ondulante, y con reminiscencias de un carnavalito en el estribillo, la música despliega la letra con, por momentos, cierta atmósfera de misterio a la que no le es para nada ajena el amor.
Los de por sí rítmicos versos de Estrella peruana, de José Gallardo in memoriam de Estrella Arroyo de Guedes, corren saltarines con la adecuadísima música e interpretación de Carlos Flores y Víctor Ríos brindando su hermosura y  sencillez a lo largo de sus seis emotivas estrofas.
Raíz herbácea, de María Elgul de París, posee la frescura del canto a la propia tierra. Aquí, los hermanos Carlos y Andrés Flores, velando ingeniosamente al chamamé, vuelven más mágica la melodía y más intensamente profundas las apretadas palabras del poema.
Cecilia Glanzmann y su poema Persistir, que saluda a la vida llevada con entereza y empeño ante los demás y ante uno mismo en medio de los más difíciles avatares, da letra a una música de ritmo batallante, en un todo acorde con el carácter de los versos.
El aire autóctono de Madre Maíz, que José Gallardo dedica a Sue Littleton, se consustancia con los versos referentes a la hermosa planta de espigas y frutos, tan típica de nuestras tierras americanas.
Gladys Abilar está presente con Otoño, cuyo transcurrir lento y minucioso es acompañado por el acompasado ritmo de la canción que describe el proceso estacional sin desfallecimientos, porque “siente que la vida se ha escapado/brota savia de sus venas sorprendidas”.
Mabel Fontau vuelve a este rico repertorio con Rodar; rodar que no es otro que el del paso del tiempo en su marcha hacia la consumación de la vida, pero con la esperanza de un renacimiento signado por el amor.
Mensajes son los que se le presentan a Juana Alcira Arancibia en la melancólica rememoración que le suscita la vista de las golondrinas que llegan con “la inocencia de sus vuelos” y “el cansancio de la altura” desde sus lejanas tierras. El acompasado ritmo de la canción destaca la bucólica frescura del poema. Y son también los sentimientos de esta autora y del músico Carlos Flores los que en Mi casa se aúnan para expresar lo que inspira el tener que abandonar el hogar: entrar, acaso, en el desamparo, “porque es de piedra/el corazón de todo”.
Los delicados versos de Cristina Pizarro en La figura blanca, se deslizan como fluyente agua clara por las notas de la también delicada melodía que los deja correr en la dolida y omnipresente evocación de la madre de la autora, porque ya está instalada en la eternidad.
En Acomodar el placard, desbordante de humanidad, la poeta María Paula Mones Ruiz expresa, con personalísimos versos, la alquimia existencial, la necesidad de un orden que aquiete las aguas de la vida, que acople el pasado al presente para abrevar en un nuevo cambio de suerte, aunque más no sea a través de la magia de las palabras.
Por su parte, Nélida Pessagno, con su solidario y bello poema Ave Poesía, le da sustentación a lo expresado por María Paula Mones Ruiz. Una invitación, realmente, a que estas dos canciones se viertan siempre juntas, en aras de la Poesía que tan bien representan.
José Gallardo poetiza su sentir por Salta en los versos de Aroma de Salta. Melodiosas en sí mismas, las estrofas se suceden prestas al canto con que las echa al aire Carlos Flores en rica conjunción de arte y belleza.
Y de Salta a Tucumán con Miel de caña, de Martín Ascheri Moyano. Caja y guitarra le sacan chispas a los versos que reviven los felices momentos pasados por el protagonista en compañía de un changuito de la zafra.
Esta feliz selección se cierra con un radical cambio en los compases, ya que es un aguerrido tango el que le presta su ritmo a las palabras de Graciela Licciardi con Por la vida a contramano. Firme es la decisión del protagonista de no dejarse abatir por las malandanzas: las impuestas por la vida no menos que las de su propia cosecha.
El grupo Los Laikas está integrado por Carlos Flores Plantarrosa, Andrés Flores Plantarrosa y Víctor Ríos. Los músicos cuentan con quena, sikus, flauta traversa, charango, teclado, guitarra, accesorios y percusión para verter sus composiciones.
El álbum está presentado por Bertha Bilbao Richter, quien destaca el logro de los intérpretes en llevar la poesía de los reducidos círculos literarios y el hermetismo académico al público en general.


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