RESISTIR
Resistir en este planeta
con ustedes..."aunque me canse"
con ustedes..."aunque me canse"
viernes, 24 de mayo de 2013
sábado, 18 de mayo de 2013
DESFORESTACIÓN, de Marta Cristina Salvador
NARRACIÓN
DESFORESTACIÓN
(NARRADO POR UN KOALA)
Soy un Koala: atravieso
sediento las rutas de los hombres a causa de los hombres. No saben ellos la
ternura que hay en mí.
Sé distinguir perfumes de
geranios y jazmines.
Llenar de regocijo
saltando las praderas.
De amores furtivos y
escarceos en luna llena con cielos luminosos.
Ahora sediento, devastado,
clamo que el Hombre me comprenda.
Mis dominios han sido
destruidos.
Ya no tengo ramajes que
acaricien mis sueños, alberguen mis iras o poder esconderme entre las sombras
del cazador furtivo.
Recuerdo con nostalgia
tertulias en rueda de amigos de los bosques.
Luciérnagas cómplices
iluminaban todo. Cigarras con su canto albergaban nostalgias. Los grillos
acompañando sopranos, tenores, contraltos…
Cada tonada una luz y
color en armonía.
Carnavales de madrugada
cobijados por saúcos, cipreses, olivares.
Acacias inclinadas con su
follaje tierno rodeaban nuestra cintura, cortejando el amor que profesábamos.
Hoy, soy un Koala triste.
Busco desesperado el
rostro de un Hombre bueno
que comprenda el lenguaje
que no entendieron.
Mi compañera y yo, fuimos
amigos de la madreselva y su perfume.
De sus ramas caprichosas
jazmines en flor que arrullaban nuestro nido.
Éramos amigos de pájaros
carpinteros -y hasta búhos cobijaban en noches de tormenta-. De palomas
mensajeras, golondrinas que migraban por los cielos volvían a visitar nuestros
dominios que gustosos ofrecíamos.
Hoy, estoy muy triste. El
suelo está desértico.
Ramas desnudas por el frío
de la ausencia de follajes quemados por la avaricia del Hombre llevados a
hogueras o techos de ciudades.
Y empezamos a temer al
fuego, al Hombre y sus acciones.
Desesperados cruzamos
rutas. Hambrientos. Sin rumbo.
Amigos ausentes de la mano
de tristezas muy hondas compartidas.
Hoy mis lágrimas se unen a
días grises, neblinosos…
Hemos hecho un pacto con
la bruma para que nadie nos vea llorar lo evitable
al ver devastados nuestros
bosques, laberintos de pinos, robles que ya no existen.
Si supieran los Hombres
nuestros pesares, no lo harían.
Hoy, soy un Koala que
atraviesa la calle desguarnecido, sediento de amores en silencio.
Ha solido pararse un
ciclista por las rutas -detenerse un Hombre bueno-,
darnos agua de sus
alforjas cotidianas.
Antes, yo era amigo de los
ríos que vimos correr en las mañanas…
Hoy veo los peces
–creyéndolos dormidos- pasar inertes por los canales
que eran de toda la fauna
que para entonces existía.
Un columpio de sueños
agita la nostalgia de aquella vida en el bosque
colmada de rumores y
cantos armoniosos.
Era nuestra alegría.
Hoy, me siento solitario y
triste, ya no puedo seducir a las camelias
ni a fresas o coquetas
perfumadas. Pero aguardo esperanzado
con este rostro y débil
pelaje que las sombras de la tarde alberguen el desafío del regreso de la luz
en las tinieblas.
Volver a gozar todos
juntos en nuestro mundo: el bosque alejado de tristezas que traen de ciudades
cargadas de edificios sin sombras de árboles añejos ni cantos de aves agoreras…
Pero nos quedaremos aquí a
la espera de la inocencia de los niños que acarician nuestras pieles.
En soledad –como estarán
ellos- sin ver el bosque ni las lluvias,
ni los nidos, sin escuchar
el canto y trinos de jilgueros.
Siento extraña soledad en
las mañanas. Ya no tengo mi árbol-casa
que alberga a mi familia.
Sólo llega el humo de la
yesca que invade mi hocico ebrio de toxinas…
Soy un Koala que deja este mensaje para ustedes:
jóvenes – niños sembrarán
un bosque como aquél que disfruté de joven
en cálidos amaneceres.
Alzo mis patas lastimadas.
Mis hijos añoran todo lo
perdido y, aunque triste,
-conjugo mis lágrimas-
tengo fe en ustedes y el mañana…
MARTA C. SALVADOR
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